La investigación en la industria alimentaria para establecer procesos de economía circular está dando como resultado nuevos compuestos, sabores y aromas a partir de los mismos recursos de los que se obtienen productos básicos como el vino, la leche o el pescado.
Se trata de completar el ciclo de vida de los productos, como indica el plan para la economía circular de la Comisión Europea y como está impulsando el propio sector privado en la Unión Europea.
En España, fuentes de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB) aseguran a Efeagro que “se está invirtiendo mucho en aprovechar subproductos de la industria alimentaria como materia prima para otros procesos industriales”.
Esto incluye nuevas aplicaciones para la alimentación animal, la obtención de biogás procedente de desechos agroalimentarios o aguas residuales de la industria, además de otras líneas de investigación, como las referentes a la minimización del consumo de materias primas, el ecodiseño o una mejor gestión de los residuos.
Del vino al cosmético
En las Bodegas Matarromera llevan más de una década trabajando en la valorización de los orujos, productos que al prensarse son ricos en polifenoles, compuestos con propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y antimicrobianas.
Su responsable de Medioambiente, María Sevillano, detalla que utilizan una parte de ese aguardiente para extraer tales sustancias químicas.
“Obtenemos un extracto en polvo que hemos integrado en nuestros cosméticos y utilizamos como ingrediente de alta cocina”, ya que se puede incorporar a los platos con el fin de “reducir el contenido en sal y potenciar ciertos sabores”, apunta Sevillano.
En su estrategia de economía circular, Matarromera también está interesada en usar el extracto como antifúngico en los viñedos y reutilizar los sarmientos de poda como combustible en calderas.
Emplear envases más ecológicos y reducir tanto la dependencia energética como la huella de carbono son otros objetivos de la bodega para lograr mayor sostenibilidad, en consonancia con los nuevos principios de la Política Agraria Común posterior a 2020.
Ahorro de energía y agua en las fábricas
Otras compañías están apostando por revalorizar los residuos de sus propias fábricas como en Calidad Pascual, cuyo director de Personas, Calidad y Gestión Ética, Responsable y Excelente, Joseba Arano, explica que el 100 % de los que generan las embotelladoras de Bezoya en Segovia y la planta de leche de Gurb en Barcelona tienen “una segunda vida”.
Para ello, indica que han reducido el consumo de recursos optimizando los procesos productivos y de empaquetado; reutilizando los materiales a los que se puede dar una nueva utilidad; y separando los residuos para su reciclaje.
Lo que pueda sobrar se destina a combustible para energía, en un proceso “totalmente circular”, según Arano.
Además, Calidad Pascual ha incorporado criterios ambientales en el diseño de los envases y, desde 2010, el consumo de agua en las fábricas del grupo ha caído casi un 30 %, según el responsable.
De descarte pesquero a saborizante
Hasta un 70% de los recursos acuáticos terminan como subproductos de poco valor (vísceras, descartes, etc.) o se eliminan, con el costo que eso implica.
Para aumentar su explotación se ha puesto en marcha el proyecto WaSeaBi, financiado por la UE y en el que participa el centro tecnológico vasco AZTI.
“Buscamos cualquier fracción que se desaproveche dentro de la cadena de valor como fracciones de pescado en su proceso de limpieza, aguas de cocción y de desalado del bacalao, o conchas de molusco”, resume el investigador de AZTI Bruno Iñarra.
A partir de ahí, se pueden obtener nuevos piensos para animales, ya sean de ganado o mascotas, y compuestos aromáticos como los cubitos de caldo de pescado o los saborizantes para platos preparados.
En busca de rendimientos
Según Iñarra, se priorizan unos productos sobre otros en función de si absorben más volumen, se pagan a un mayor precio o resultan “más interesantes desde el punto de vista medioambiental“.
La directora de Innovación del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACyL), Cristina León, señala que hace falta acumular los recursos al máximo posible para incrementar la rentabilidad, puesto que “muchos procesos y tecnologías novedosas tienen un coste elevado”.
Iniciativas para aprovechar los residuos de la castaña, la papa, el suero lácteo o los salvados de trigo y avena son algunos en los que se ha involucrado ese centro de Castilla y León, comunidad que el año pasado invirtió 2.6 millones de euros en bioeconomía agroalimentaria.
“Hay que hacer mucha investigación -subraya León-. Buscamos alternativas con bioprocesos para sacar productos que antes sacábamos del petróleo porque era más sencillo y barato”.
Fuente: EFE Agro