Son algunos de los alimentos que, desde hace un par de años, están aprobados para consumo humano en la Unión Europea. Su mayor beneficio es que son mucho más baratos de producir que la proteína animal. El escarabajo del estiércol es el producto más recientemente aprobado para su consumo humano como nuevo alimento por la Comisión Europea (CE), la Autoridad Europea de Salud Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria.
El nombre científico de este bichito, que habremos visto alguna vez arrastrando bolitas de excrementos —son su alimento— es Alphitobius diaperinus. Y, desde enero de 2023, sus larvas tienen luz verde para usarse como ingrediente, ya sean secas, en polvo, congeladas o en pasta.
El Reglamento de ejecución, recogido en el BOE, calibra cuánta cantidad puede usarse y en qué platos: entre 10 y 35 gramos de larvas por 100 gramos del producto. Esto incluye pizzas, fideos, sopas, panes, galletitas saladas, pastas rellenas, barritas, cereales para desayuno o premezclas secas para productos para hornear.
Lo mismo ocurre con otros tres nuevos ingredientes para humanos a base de insectos: el polvo de grillo (Acheta domesticus), aprobado en enero de 2023, y las larvas del gusano de la harina (Tenebrio monitor) y la langosta migratoria (Locusta migratoria), que se comercializan en Europa desde 2021. Otros están en fase de evaluación, como la mosca soldado negra, que por ahora solo está aprobada como pienso para aves de corral y peces de piscifactoría.
Otros están en en fase de evaluación, como la mosca soldado negra, que por ahora solo está aprobada como pienso para aves de corral y peces de piscifactoría.
Mientras la Organización de la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO) apunta a esta alternativa a las proteínas animales como una solución al hambre en el mundo, la razón de su introducción es, ante todo, económica. Las granjas de insectos necesitan menos terreno, menos agua y menos energía que las de cerdos, vacas o gallinas.
“Aportan proteína animal de buena calidad. Son fáciles de criar y procesar”, nos dice Alonso Calleja, catedrático de Nutrición y Bromatología en la Universidad de León y coautor de un artículo sobre los riesgos y beneficios del consumo de insectos.
Son, además, muy productivos: al ser seres de sangre fría, su organismo tiene menor gasto energético. Y, según la FAO, para aportar la misma cantidad de proteínas, los grillos precisan seis veces menos alimento que las vacas, dos veces menos que los cerdos y cuatro menos que las ovejas.
Para colmo, salen baratos porque, para alimentarlos y criarlos, sirven desechos orgánicos y otros subproductos de la industria alimentaria que, de otra manera, no serían aprovechados. Son el ejemplo perfecto de economía circular.
“Son alimentos seguros, puesto que han pasado estrictos controles de calidad y evaluación por la UE”, recalca Alonso Calleja. Para este experto, la clave es que provengan de una granja de cultivo cerrado y controlado, siguiendo a rajatabla las normativas de buenas prácticas e higiene que dicta la normativa.
Eso no significa que no tengan también, sin embargo, sus riesgos. Según recoge el BOE, el dictamen científico en el que se basó la CE para la aprobación de las larvas de escarabajo apunta que “el consumo del nuevo alimento puede provocar sensibilización primaria y reacciones alérgicas a las proteínas del escarabajo del estiércol. La autoridad recomendó profundizar en la investigación sobre la alergenicidad de las larvas de Alphitobius diaperinus”.
Por eso, los complementos alimenticios —las barritas energéticas— que contengan estos insectos no deben ser consumidos por menores de 18 años: la normativa obliga a advertirlo en su etiquetado.
Asimismo, “figurará una declaración en la que se indique que este ingrediente puede causar reacciones alérgicas a los consumidores con alergias conocidas a los crustáceos o a los ácaros del polvo”, dicta el documento de la CE.
De acuerdo con otro informe de la propia FAO, publicado en 2021, existen otros peligros que merecen mayor investigación. Por ejemplo, cuando no se procesan debidamente, pueden ser portadores de bacterias nocivas, como Staphylococcus, Streptococcus o Enterobacteriae.
De igual manera, “la evidencia sugiere que los insectos pueden actuar como vectores de bacterias que portan genes de resistencia antimicrobiana”, afirma el documento de la FAO. Esto puede ocurrir cuando los insectos son alimentados con las heces de ganado que, a su vez, desarrolló resistencia a los antibióticos que se le había administrado.
Otras sorpresas desagradables que podrían contener son metales pesados —como cadmio, arsénico y plomo—, hongos, micotoxinas y parásitos.
Como concluye la FAO, “necesitamos más estudios para identificar mejor las rutas de metabolismo y su potencial toxicológico para la salud humana”. Es, no obstante, un riesgo que se refiere al consumo de insectos en general en el mundo y, en palabras de Calleja, “no debería aparecer en los insectos aprobados y cultivados en la Unión Europea, que han seguido férreos controles de calidad antes de salir a la venta”.
Fuente: MSN