Ya lo dijo Winston Churchill al afirmar, en 1932, que “algún día salvaremos el absurdo de cultivar un pollo entero para comer sólo el pecho o el ala, cultivando estas partes por separado en un medio adecuado”. La revolución mundial de la ‘carne ética’ se aproxima. Lo que visionarios como Bill Gates (Microsoft), Sergey Brin (Google) y Richard Branson (Virgin) han previsto, y por lo que han invertido enormes sumas de dinero, da pasos firmes para ser una realidad a medio plazo.
Son muy pocas las empresas en el mundo inmersas en el desarrollo de esta revolución alimentaria sostenible y España se encuentra entre esos países, sólo junto a Estados Unidos y Países Bajos, que tiene una empresa biotecnológica luchando por encontrar la escalabilidad. La empresa Biotech Food, de capital privado y origen guipuzcoano, prevé el lanzamiento de los primeros productos de su marca ‘Ethica Meat’ en 2021. La base del proyecto de I+D parte del modelo tecnológico de construcción de tejidos a partir de células animales, desarrollando para su evolución entornos biológicos controlados, y sin intervención o modificación genética alguna.
Su salida al mercado supondrá una verdadera revolución alimentaria al tratarse de una solución al alto costo en vidas animales y recursos naturales que supone abastecer la alta demanda de proteínas de carne. Con la ayuda de la biotecnología, el consumidor tendrá a su alcance un producto rico en proteínas, 100% natural, con un 0% de contenido en grasa, nutritivo y, sobre todo, ‘ético’.
Una solución a la insostenible demanda global de proteínas
Según datos ofrecidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la demanda de proteínas a nivel mundial en 1980 fue de 200 millones de toneladas frente a los 600 previstos para 2020; 700 en 2030 y 1 000 millones de toneladas en 2050 (carne y pescado fundamentalmente). A día de hoy, la cría de ganado genera el 25% del consumo total de tierra y agua del planeta y el 15% de gases de efecto invernadero. El modelo actual se hace, por tanto, insostenible. Se estima que los productos de ‘carne ética’ consumirán un 99% menos de tierra, un 75% menos de consumo de agua y un 90% menos de emisiones que otro producto cárnico similar actual.
Por tanto, la ‘carne ética’ permitirá atender la alta demanda de proteínas de origen animal y reducir el actual impacto ambiental del proceso de producción de la carne que procede de las granjas y los mataderos mediante soluciones sostenibles.
La insostenibilidad de la ganadería industrial en el mundo, y concretamente en España, es un hecho que preocupa mucho a los expertos. Según un informe hecho público por Greenpeace, la ganadería fue responsable en España de la emisión en 2015 de más de 86 millones de toneladas de CO2-eq, casi el doble que establece el INE para el sector de agricultura, ganadería, silvicultura y pesca juntas.
Un dato que explica el alcance revolucionario de esta carne apunta a que con una única célula de un pavo se podrán llegar a producir 20 billones de nuggets.
El punto de inflexión
Si ya se conoce la necesidad y la solución está en camino, ¿dónde se encuentra el cuello de botella? La implantación mundial de la ‘carne ética’ es una cuestión de tiempo en cuanto se reduzcan los costOs de producción, se favorezca su escalabilidad y el consumidor integre con naturalidad su consumo. Sin ser sencillo es una posibilidad real: se trata de emplear células de animales y fomentar mediante la construcción de tejidos su desarrollo en un entorno biológico controlado.
‘EthicaMeat’ será el ingrediente fundamental y en grandes proporciones para la producción de alimentos 100% de procedencia natural como salchichas, láminas de carne y cualquier otro producto cárnico procesado. Como pasa en otros muchos casos, como el surimi, las frutas en conserva, los encurtidos, los quesos con añadidos de sal o las bebidas energéticas, este alimento proteínico recibirá un procesamiento posterior. La diferencia con la producción de carne actual estribará, no en su origen de valor biológico o su procesamiento posterior, sino en la forma que ese producto alimenticio se ha desarrollado y qué efectos genera o evita.
Fuente: El Mundo Financiero