Existe una correlación entre las decisiones que tomamos sobre nuestros alimentos y la cantidad de materia gris (tejido neuronal) que tenemos en el cerebro, ha descubierto una investigación.
Depende más concretamente de la materia gris que tenga el cerebro en dos regiones específicas: la corteza dorsolateral prefrontal (dlPFC), que regula nuestras decisiones, y la corteza ventromedial frontal (vmPFC), implicada en el procesamiento del riesgo y el miedo, así como en la evaluación de la moralidad.
Eso significa que las personas que tienen más materia gris en ambas regiones de la corteza cerebral prefieren los alimentos sanos a los alimentos que se consideran perjudiciales para la salud.
Estos resultados, publicados en ‘The Journal of Neuroscience’, establecen por vez primera que las diferencias en la neuroanatomía de las regiones dlPFC y vmPFC desempeñan un papel en las decisiones alimenticias individuales, al mismo tiempo que abren una nueva vía para el tratamiento de enfermedades asociadas a una perturbación del control alimenticio, como la bulimia o la anorexia.
Comer sano no es fácil para un gran número de personas, especialmente mujeres y adolescentes, las más afectadas por trastornos como la bulimia o la anorexia. La capacidad de mantener una alimentación equilibrada y de elegir lo más conveniente para alimentarnos varía mucho entre las personas.
Dos mecanismos cognitivos
Desde un punto de vista cognitivo, la elección implica dos mecanismos principales: el primero es atribuir un valor a cada una de las opciones. En el caso de las opciones alimenticias, el gusto de un alimento y su calidad nutritiva contribuyen a determinar el valor que le otorgamos.
El segundo mecanismo cerebral implicado en una elección consiste en analizar el valor otorgado a cada opción para elegir el más adecuado, en este caso, el alimento al que le hemos atribuido el valor más importante.
Lo que ha pretendido esta investigación, tal como se explica en un comunicado, es determinar cómo se desarrollan estos procesos de toma de decisión en el cerebro. Para conseguirlo, Liane Schmidt, investigadora del Inserm (el instituto nacional francés de la investigación médica); Hilke Plassmann y sus colaboradores Anita Tusche, del California Institute of Technology (USA); Cendri Hutcherson, de la Universidad de Toronto (Canadá); y Todd Hare, de la Universidad de Zúrich (Suiza), reunieron los datos de imágenes cerebrales obtenidas en el curso de cuatro estudios sobre la toma de decisiones alimenticias.
En tres de esos estudios los participantes habían realizado la misma tarea, consistente en evaluar su apetencia por un alimento particular con base en tres criterios: su preferencia natural, el sabor del alimento y su beneficio para la salud. De esta forma, podían escoger libremente entre el sabor y el valor nutricional.
En el cuarto estudio usado en la nueva investigación, los participantes tenían que escoger un sistema para reducir sus ganas de productos sabrosos pero poco nutritivos. Las tres posibles vías para conseguirlo eran: ahorrar dinero, comer productos biológicos o perder peso.
Variaciones en la materia gris
Con ese acopio de datos sobre la mesa, los investigadores estudiaron las variaciones en la cantidad de materia gris en el cerebro de los participantes, gracias a los datos obtenidos en los tres primeros estudios relativos a imágenes de sus cerebros. Fue así como apreciaron que los participantes con más materia gris en las zonas referidas de la corteza cerebral preferían, naturalmente, comer alimentos sanos.
Asimismo, con base en estos datos pudieron predecir cuáles serían las decisiones que tomarían los participantes del cuarto estudio, analizando únicamente la cantidad de materia gris existente en las regiones de la corteza cerebral identificadas en los tres estudios anteriores.
Este resultado sobre el cuarto estudio permitió establecer que la densidad de masa gris presente en esas regiones de la corteza cerebral determina las decisiones alimenticias, tanto en un contexto en el que las estrategias de control son muy claras (elegir entre el sabor o la salud) como en otro contexto en el que las estrategias de control eran más vagas, como elegir un sistema (ahorro económico, comer bio o sencillamente ponerse a régimen) para controlar el deseo irrefrenable de comer productos sabrosos sin atender a su valor nutritivo. No es tanto cuestión de voluntad como de materia gris.
Fuente: Tendencias 21