El lúpulo se cultiva tradicionalmente en climas templados de zonas como Hallertau (Alemania), la República Checa o el noroeste de Estados Unidos, ya que requiere de condiciones específicas de largos días de verano y temperaturas suaves.
En unos almacenes situados a las afueras de Madrid, las enredaderas de lúpulo crecen bajo luces LED y una estrecha supervisión en lo que, según sus guardianes, podría ser la mejor forma de garantizar el suministro de un ingrediente clave de la bebida alcohólica más popular del mundo, amenazada ahora por el cambio climático.
El lúpulo se cultiva tradicionalmente en climas templados de zonas como Hallertau (Alemania), la República Checa o el noroeste de Estados Unidos, ya que requiere de condiciones específicas de largos días de verano y temperaturas suaves.
Sin embargo, los estudios demuestran que la mayor frecuencia de sequías y plagas debida al calentamiento global está mermando tanto el rendimiento como la calidad, lo que supone un quebradero de cabeza para la industria cervecera.
Según las asociaciones de productores, la producción estadounidense descendió un 12% interanual en 2022, la alemana un 21% y la checa más de un 40% debido a unas condiciones de crecimiento anormalmente calurosas y secas.
La española Ekonoke busca una solución cultivando las vides, que consumen mucha agua, en interiores mediante sistemas hidropónicos alimentados por energías renovables que utilizan casi un 95% menos de agua que el cultivo tradicional al aire libre.
“Nuestra misión es salvar la cerveza del mundo”, declaró a Reuters Inés Sagrario, directora ejecutiva y cofundadora de Ekonoke.
El equipo de 11 agrónomos, químicos y biotecnólogos de la startup ensaya diferentes combinaciones de luz y fertirrigación —mezcla de fertilizantes y agua— en sus instalaciones, situadas cerca de Madrid, en busca de la “salsa secreta” que mejor se adapte a cada variedad.
El objetivo final es maximizar la producción de alfa-ácidos y aceites esenciales que imparten los aromas amargos y afrutados tan apreciados por los entusiastas de la cerveza artesana.
Decenas de sensores enganchados a las hojas, raíces y tallos de las altas plantas trepadoras miden todos los parámetros, desde la humedad hasta los niveles de CO2, mientras las cambiantes longitudes de onda de las luces LED dan a los almacenes reutilizados un aire de discoteca.
“Este lúpulo no ha visto la luz del sol, sólo nuestra receta lumínica”, explica Javier Ramiro, codirector científico de Ekonoke.
Las estrictas medidas de higiene, como la ropa de protección para el personal, garantizan que el espacio permanezca libre de plagas, eliminando los pesticidas de los que suele depender la agricultura tradicional.
Para financiar sus planes de investigación y expansión, Ekonoke se ha asociado con el grupo Hijos de Rivera, fabricante de la popular marca Estrella Galicia, que ha desarrollado una edición limitada de IPA con el lúpulo de Ekonoke, que ya se vende en un bar del barrio madrileño de Chueca.
Su próximo paso es aumentar la producción a tres salas de 400 plantas cada una, desde las varias docenas actuales en una fábrica piloto de 1,200 metros cuadrados en el noroeste de Galicia. Allí tienen previsto probar procesos automatizados de poscosecha.
Sagrario afirma que, en el futuro, lo ideal sería instalar plantaciones de interior junto a las fábricas de cerveza, que actuarían como sumideros de carbono al reutilizar el CO2 emitido durante la fermentación para acelerar la fotosíntesis de las plantas y reciclar los residuos de agua filtrada sobrantes de la fabricación.
La “start-up” también forma parte del programa acelerador de sostenibilidad ABI.BR 100+ del gigante del sector Anheuser-Busch InBev.
El director de aprovisionamiento mundial de lúpulo de ABI, Willy Buholzer, afirmó que la cuestión clave para empresas “muy prometedoras” como Ekonoke es si pueden cultivar y vender lúpulo de primera calidad capaz de competir con más de 1,000 años de historia en un sector a veces conservador con consumidores conservadores.
“No hay que subestimar a los cultivadores tradicionales de lúpulo (al aire libre). Siempre aportan nuevas ideas”, añade.
El reto más evidente al que se enfrenta la agricultura de interior, dijo, es su elevado coste energético.
Fuente: Forbes