En Francia se ha puesto en marcha una prueba que tendrá una duración de 10 semanas y en la que participan 40 supermercados de cuatro regiones del país para probar la efectividad de cuatro formatos de etiquetas alimentarias, que identifican a los alimentos saludables a través de diferentes sistemas. Tres de las etiquetas se basan en el código de colores, como por ejemplo el etiquetado semáforo instaurado en el Reino Unido, y sólo una se focaliza en ofrecer cantidades diarias recomendadas.
Etiquetado semáforo
En Francia ha comenzado un curioso experimento en el que se van a poner en marcha cuatro tipos diferentes de etiquetas alimentarias que identifican a los alimentos saludables, son etiquetas que se basan en la codificación por colores o cantidades recomendadas, y que informan sobre el carácter saludable de un alimento según su contenido en grasas, azúcares y sal (sodio). La prueba para evaluar cuál es el etiquetado más eficaz a la hora de informar a los consumidores concluirá dentro de unas 10 semanas, posteriormente el gobierno del país deberá tomar una decisión con base en los resultados obtenidos.
En total se producirán dos millones de etiquetas para productos alimentarios de 40 supermercados distintos de cuatro regiones francesas: Isla de Francia, Normandía, Norte-Paso de Calais y Auvernia-Ródano-Alpes.
En esta prueba se etiquetarán diferentes productos alimentarios con los siguientes formatos: el etiquetado semáforo utilizado en el Reino Unido que informa de la cantidad de grasas, azúcares o sal de un alimento a través de un indicador de color rojo, verde o amarillo; el etiquetado SENS, que aconseja a los consumidores con qué frecuencia deben comer ciertos productos, asociando colores con las descriptivas “muy a menudo”, “a menudo”, “moderadamente”, “regularmente en pequeñas cantidades”, u “ocasionalmente en pequeñas cantidades”.
El tercer formato es el etiquetado NutriScore, una codificación por cinco colores y letras, y finalmente el etiquetado Nutri-Repère, formato que no utiliza la codificación por colores e informa sobre las cantidades diarias recomendadas por porcentajes.
El caso es que esta prueba pondrá en pie de guerra a la industria alimentaria y especialmente a las empresas productoras de queso o aceite de oliva, entre otras, pues temen que con las advertencias de color rojo estigmaticen sus productos. Son muchos los que consideran que un código de colores es interpretado por los consumidores como una advertencia, haciendo creer que el producto es más salado, azucarado o graso de lo que imaginaban.
Con estos formatos de etiquetado, sobre todo el de colores, hay ganadores y perdedores, al menos así lo cree la industria alimentaria, pues algunos alimentos podrían sufrir una caída estrepitosa de consumo. Pero hay que aclarar que no es para tanto y que quizá las empresas hacen mucho ruido sin sentido, la razón es que una vez elegido el formato su aplicación será de carácter voluntario, ya que la legislación comunitaria prohíbe el etiquetado obligatorio de alimentos en los Estados miembros individuales. Quizá lo que se teme es que la situación cambie y con el tiempo el etiquetado se convierta en una obligación.
El Ministerio quería llevar a cabo este experimento en condiciones reales con varios supermercados para determinar con exactitud qué sistema es el más eficiente en términos de comportamiento de compra por parte de los consumidores. La prueba está establecida con base en un protocolo de investigación creado por un comité científico independiente, mientras que dos comités se encargarán de vigilar la eficacia de los cuatro tipos de etiquetado, aunque se duda de la imparcialidad de los comités. Por ejemplo, en uno de ellos está presente Christian Babusiaux, presidente del FFAS (Fondo Francés para la Alimentación y la Salud), organización que precisamente está financiada por la industria alimentaria.
Etiquetado de alimentos en Francia
También están presentes seis investigadores que tienen relaciones con Nestlé y Danone, lo que delata que existe un conflicto de intereses, algo que debería haber obligado al gobierno a elegir investigadores independientes sin vínculos con las empresas alimentarias. Sobre las etiquetas, se realizan todo tipo de críticas y valoraciones, por ejemplo, que una dieta equilibrada no puede reducirse a la información que proporciona un etiquetado de colores sobre un producto, ya que los sistemas de puntuación nutricional se basan en cálculos teóricos basados en 100 gramos de producto sin realizar distinción sobre lo que realmente se consume del producto.
De etiquetados como el SENS, se dice que el hecho de no tener el color rojo implica que todos los alimentos son más o menos saludables, ya que no se identifican los de mayor riesgo para sufrir sobrepeso, obesidad u otros problemas de salud. En vez de informar, lo que hace es sugerir frecuencia de consumo de los productos procesados.
El etiquetado semáforo se considera injusto; aunque en el Reino Unido ha sido ampliamente aceptado, ha generado controversia. Podemos recordar, por ejemplo, que algunas empresas denunciaban el sinsentido de valorar mejor una Coca-Cola Light que un jugo de naranja, determinar que una barra de chocolate es más saludable que una piña natural envasada, o que una hamburguesa preparada para cocinar directamente en el microondas es más saludable que un filete fresco.
El etiquetado Nutri-Repère es el menos criticado, no utiliza el código de colores sino que se basa en las cantidades diarias recomendadas. Curiosamente este etiquetado ha sido creado por la Asociación Nacional de la Industria Alimentaria (ANIA). Teniendo en cuenta que esta industria no quiere los códigos de colores, es obvio que apuesten por esta otra opción, pero ¿será efectiva? La Unión Europea ha estado considerando durante más de una década el uso de un sistema de perfiles de nutrientes para facilitar la elección de compra por parte de los consumidores, que sea mejor y más saludable, pero lo cierto es que se ha mantenido el actual sistema de etiquetado y no se hace mucho por cambiarlo.
Sin embargo, los Estados miembros (al menos algunos) quieren que se rompa este estancamiento de la Unión Europea respecto al etiquetado, acciones como la puesta en marcha por el país galo podría provocar un efecto dominó. Francia quiere fomentar la alimentación saludable, para ello quiere utilizar un etiquetado que permita a los consumidores entender, con un simple vistazo, a qué tipo de producto se enfrentan. Para muchos, una etiqueta no basta para mejorar la alimentación: ¿por qué no se obliga a que se realice una reformulación de los productos alimentarios que son menos saludables?, argumentan.
En unas semanas podremos saber qué etiqueta es la elegida y si las empresas alimentarias la utilizarán o la evitarán; cabe resaltar que este etiquetado será de carácter voluntario.
Fuente: Gastronomía y Cía.