Para lograr que una idea se concrete hace falta esfuerzo, aliados y, en especial, la convicción de que el resultado tendrá diferentes impactos positivos, incluyendo en el medio ambiente.
En febrero de 2020 los estudiantes del Colegio Científico de Cartago, recién ingresados a décimo año, tenían que organizarse en equipos con miras a plantear y desarrollar un proyecto para la feria científica anual.
Uno de los equipos que se formó pensó en crear un sustituto de los envases plásticos y de materiales de estereofón que se utilizan en la industria en diferentes tipos de empaques.
El equipo finalmente se formó con Stephanny Gutiérrez, quien vive en San Rafael de Mata Mora, y Monserrath Jiménez, de La Cangreja, ambas de Cartago. También participa Alonso Arguedas, quien es oriundo de León Cortés, en la zona de Los Santos.
“Nuestro producto será una alternativa sostenible para el medio ambiente y para los consumidores, generando una huella ambiental significativamente menor que la de polímeros de un solo uso”, dice Monserrath.
Las firmas internacionales de estudios de mercado, como McKinsey, recalcan que una de las tendencia en el consumo —en particular en las nuevas generaciones— después de la pandemia será una mayor demanda de los consumidores en materia de productos de salud, alimentación, estilo de vida y sostenibilidad ambiental.
El proyecto ganó el primer lugar en la Feria Científica Institucional y en las próximas semanas competirán a nivel del Circuito 01 de Cartago.
Como todo proceso de investigación y de desarrollo de soluciones, el equipo se planteó encontrar un problema ambiental. Encontraron que uno de los más graves es la contaminación por plástico, la cual tiene impacto tanto a nivel de la naturaleza como de los seres vivos.
En los hogares y en las empresas se utilizan envases de plástico de un solo uso, como los recipientes de las ensaladas y otras comidas que se comercializan en supermercados y tiendas de conveniencia.
También, los utensilios desechables que se usan en las fiestas (platos, vasos, cucharas y tenedores) y los soportes de estereofón que se emplean en los empaques para proteger a las computadoras, pantallas de televisión y otros dispositivos electrónicos.
Normalmente se usan una sola vez y se tiran, pero no son biodegradables y tienen un alto impacto ambiental. Además, en Costa Rica, desde julio de 2019, se había aprobado la reforma a la Ley para la Gestión Integral de Residuos (N° 9703), que prohíbe el poliestireno expandido.
Las soluciones, sin embargo, no abundan y menos a nivel comercial. “No hay muchas alternativas”, dice Alonso. La tarea era encontrar una opción.
Durante los siguientes meses investigaron cada quien desde su casa y en forma virtual, pues debido a la pandemia las clases y los trabajos en grupo solamente se podían realizar de manera remota y utilizando las plataformas de comunicación digital.
Buscaron materiales sustitutos del plástico y encontraron que en Estados Unidos una empresa llamada Ecovative estaba usando el micelio de los hongos para crear ladrillos que se utilizan en la construcción.
Se trata de hongos que crecen en las cortezas de los árboles. Hay de varios tipos, por lo que hay que identificar el tipo de hongos que puede ser útil. En este caso, se identificó un hongo llamado Ganoderma Lucidum, popularmente conocido como Reishi, y se usa en Asia para medicamentos. Esto garantiza una de las condiciones planteadas: que no fuera dañino para los alimentos ni para las personas.
El micelio de los hongos es la parte vegetativa de los hongos y se forma con la agrupación de las hifas, unas hebras o hilos, que solo se ven con microscopio.
El equipo —con la tutoría de Richard Carit, del Colegio Científico de Cartago— se planteó usarlo para la creación de recipientes. Así concluyeron la investigación durante el año anterior. El 2021 sería para llevar la idea a la ejecución. No sería tan sencillo.
Una de las limitaciones era que necesitaban un laboratorio y los que usa el Colegio Científico, usualmente los del Instituto Tecnológico de Costa Rica, seguían restringidos por la pandemia.
En ese entonces el mismo TEC publicó una información sobre la firma Smaller, una startup fundada hace dos años y que quedó de 25 en un concurso internacional en el cual participaron 175.000 proyectos de casi 200 países.
Smatter, precisamente, se dedica a crear materiales que usan microorganismos, como empaques, usando biotecnología, también orientado a la sustitución de plásticos, entre otros.
A la empresa la contactaron en febrero de 2021 y les abrieron las puertas, identificaron proyectos comunes, les brindaron herramientas y les empezaron a guiar en el proyecto, aprovechando su experiencia.
Parte de esa colaboración fue contactarlos con los laboratorios de la Universidad Nacional Estatal a Distancia (UNED), en Sabanilla. Al final del año también se trabajó en el laboratorio del TEC.
Stephanny recalca que para fabricar, producir y vender a mayor escala los utensilios biodegradables es necesario contar con apoyo suficiente, tanto económica como en la promoción.
Allí el proceso consistía en extraer el micelio del hongo, colocarlos en una placa para su reproducción mezclado con otros residuos agrícolas. Alonso afirma que la reproducción es muy rápida. La producción en volumen depende ya de las decisiones, proyecciones y recursos.
Al material, que es biodegradable hasta en cuatro semanas, se le da la forma del utensilio con moldes —por ejemplo de macetas, tazas, platos y envases para alimentos sólidos— lo que dura hasta dos semanas. La viabilidad económica se analizó con Smatter.
En agosto pasado obtuvieron los primeros resultados con un plato y luego con una taza. Ahora la idea es continuar con el convenio con Smatter, mientras continúan los estudios a nivel universitario.
Monserrath señala que para la fabricación es relativamente fácil obtener los materiales y el mismo proceso de producción “no tiene cuidados excesivos puesto que son residuos agrícolas”. Dependerá más de los consumidores que deberán evitar la compra de plásticos y orientarse a productos que reduzcan su huella ambiental.
Esa vinculación entre oferta y demanda no es una condición menor. “Es un trabajo en conjunto que necesitaría el respaldo de las empresas y sus consumidores”, dice Stephanny.
Sus planes no se detienen. Alonso está pensando en seguir ingeniería mecatrónica o mecánica, Monserrath va por alguna ingeniería y Stephanny estudiaría veterinaria.
Fuente: El Financiero