El próximo 2 de abril es la fecha marcada por la Unión Europea para poner en marcha la nueva legislación que limita el uso de grasas trans a un máximo de 2 gramos por cada 100 g de grasa en los alimentos; un tipo de grasa alimentaria perjudicial para la salud cuyo uso hace años que está siendo regulado en distintos países del mundo.
Esta medida, que se anunció hace dos años, entrará en vigor en todo el mercado de la Unión Europea, pero algunos estados de la UE -Dinamarca, Austria, Suiza e Islandia- ya tenían establecido un marco legal que obligaba a la industria a limitar la cantidad de estas grasas utilizada en productos alimentarios.
El uso y comercialización de ácidos grasos insaturados (AGT) ha llegado incluso a prohibirse en países como Canadá, donde en 2018 se dio luz verde a una ley que los incluía en la Lista de contaminantes y otras sustancias adulterantes. Estados Unidos lo hizo en 2015, mediante una legislación que determinaba que este tipo de grasas no podían ser incluidas en los alimentos considerados GRAS (generally recognized as safe).
Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las grasas trans de producción industrial están contenidas en grasas vegetales endurecidas, como la margarina y el ghee, y suelen estar presentes en tentempiés y alimentos horneados o fritos. Los fabricantes las usan porque tienen un tiempo de conservación más largo que otras grasas, pero no son ni mucho menos la opción más saludable.
La OMS estima que cada año la ingesta de grasas trans causa más de 500.000 muertes por enfermedades cardiovasculares, de aquí que desde hace años inste a los gobiernos de que usen otras alternativas para eliminar los ácidos grasos trans producidos industrialmente del suministro de alimentos.
“Aproximadamente un 5 por ciento del consumo total de ácidos grasos trans que consumimos proviene del consumo de grasa de rumiantes, a través de productos como la mantequilla, crema, nata, leche entera o carne grasa”, ha explicado la integrante del Comité de Nutrición de la FEC y profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad Complutense de Madrid, Marisa Calle, según recoge Europa Press.
Por otro lado, la fuente industrial de ácidos grasos trans ocurre al hidrogenar parcialmente aceites vegetales. “Mediante un proceso de hidrogenación logran mejorar el sabor, la textura y la durabilidad de los alimentos cocinados o elaborados con ellas”, ha detallado Calle, para informar de que si bien algunos alimentos pueden tener grasa trans de manera natural y esta no es provocada siempre por procesos tecnológicos, este tipo de grasa se encuentra principalmente en productos procesados.
Numerosos estudios han demostrado que el consumo de grasas trans aumentan los niveles de colesterol “malo” (LDL) y triglicéridos, además de disminuir los niveles de colesterol “bueno” (HDL), alzándose como las peores grasas para la salud cardiovascular. También se ha observado que los ácidos grasos trans aumentan la inflamación, y los factores inflamatorios tienen un papel importante en el desarrollo de diabetes, aterosclerosis, ruptura de placa y muerte súbita cardiaca.
Igualmente, las grasas trans pueden empeorar la resistencia a la insulina, y la OMS recomienda que su consumo sea como máximo el 1% de la ingesta diaria de energía.
Fuente: La Vanguardia