Chile es uno de los países iberoamericanos más importantes en la exportación de alimentos. Es por ello que se hace necesaria una regulación de productos modificados genéticamente con urgencia. Así, desembocan dos opiniones contrarias a dicha modificación: la de aquellos que lo ven como un avance y la de quienes lo ven como un retroceso.
Un Organismo Genéticamente Modificado (OGM) es aquel que se le han incorporado genes determinados de forma directa para mejorar alguna de las características de dicho alimento. En la actualidad, gracias al desarrollo de la tecnología e investigación, se pueden llevar a cabo diferentes cambios en los alimentos sin tener que recurrir al mejoramiento genético tradicional.
Éste, realizado a través del cruzamiento, presenta cualidades deficientes frente a la modificación genética, que es mucho más limpia y cuidada, pues mejora la calidad del producto y mantiene su base original.
Sin embargo, lo que puede ser visto como un avance para unos es considerado un retroceso para otros, pues para su conservación es necesario el uso de herbicidas y pesticidas. Así, en Chile como en muchos otros países del mundo, desde inicios de la década de los 90 el uso de los OGM ha polarizado la opinión pública en busca de una ley que regule su uso y consumo.
La falta de dicha ley perjudica al sector agrícola chileno, que sí es capaz de utilizar estos OGMs solo con fines de exportación e investigación pero no a nivel interno. No obstante, sí se permite el ingreso de OGMs para consumo animal y en ingredientes de alimentos de consumo humano. Un ejemplo de ello es la producción de soya en el mundo, de la que un 80% es transgénica. Así, se ejemplifica con la situación de Argentina tras este consumo, lugar en el que se ha convertido en un problema la toxicidad por el exceso de herbicidas utilizados.
En palabras recogidas por el diario ‘La Tercera’, Loreto Holuigue, investigadora del Departamento de Genética Molecular y Microbiología de la Universidad Católica, ha destacado que es un error centrar el debate en la tecnología utilizada porque el nivel de toxicidad depende del tipo de planta y las proteínas naturales que produzca. “Un transgénico no es dañino per sé”, aseveró.
De esta forma, se debaten ambas posturas entre distintos científicos especializados en el tema. La semana pasada varios premios Nobel de la ciencia solicitaron a Greenpeace el fin de la campaña contra los OGMs. Sin embargo, también los hay quienes no ven su uso como algo beneficioso para la sociedad. Es el caso de María Isabel Manzur, bióloga de Chile Sustentable, quien asegura la evidencia científica de que los transgénicos tienen riesgos para la salud y el medio ambiente.
Así, la controversia gira en torno a un hecho supuestamente beneficioso que sí que ha funcionado en otros países iberoamericanos, como es el caso de México, pero que también han deteriorado otros, como Argentina. El debate se traslada a si el motivo de su éxito o fracaso se debe a una correcta regulación.
Fuente: Notimérica