La organización Action on Sugar (AoS) acaba de solicitar al gobierno del Reino Unido que aplique un impuesto al azúcar en chocolates y productos de confitería, abarcando así el radio de acción y efectividad de dicho impuesto que inicialmente se aplicara a las bebidas azucaradas. Actualmente, este tipo de productos están enmarcados en una de las nueve categorías alimentarias que contribuyen en la aportación de azúcar a la dieta de los niños, por lo que se pidió a los fabricantes que los reformularan para reducir su contenido en un 20% para el año 2020.
Pero Action on Sugar considera que no se debe esperar tanto tiempo, siendo necesario gravar chocolates y productos de confitería con el propósito de lograr un máximo impacto en su consumo y contribuir a hacer frente a la actual tasa de obesidad, así como a las enfermedades asociadas. AoS es una organización formada por un grupo de expertos, cuyo cometido es el de investigar los efectos del consumo de azúcar en la salud, promocionar un consumo reducido y responsable de este ingrediente, dar a conocer las consecuencias del abuso de su ingesta e intentar una cooperación entre la industria alimentaria y el gobierno para que se reduzca su contenido en alimentos y bebidas.
Se solicita un impuesto del 20% en chocolates y productos de confitería, este es uno de los seis puntos del manifiesto del grupo para combatir la obesidad. La organización explica que gracias a la introducción del impuesto del azúcar se ha logrado que se acelere el proceso de reformulación de las bebidas azucaradas, algo que evidentemente beneficia a la salud de los consumidores, pero no ocurre lo mismo con los chocolates y los productos de confitería al no tener la losa del impuesto, lo que hace que los esfuerzos en la reformulación no sean tan evidentes como en la industria de los refrescos.
Haber dejado en manos de la industria alimentaria las políticas de reducción de tamaño y cantidad de azúcar ha sido un error, sobre todo porque son acciones de carácter voluntario y como ocurre en muchas ocasiones, las acciones voluntarias de este sector no tienen los resultados esperados, o simplemente no se producen. Cuando se habló de introducir el impuesto en los refrescos, se deberían haber incluido todos esos productos que ricos en azúcares añadidos; el planteamiento del impuesto dejó escapar a productos que tienen tanta o más cantidad de azúcar que los refrescos, que han sido señalados y asociados en muchos países al exceso de azúcar con toda razón, pero olvidando las golosinas, los chocolates, la confitería, etcétera.
Por cierto, además de la reformulación, una de las propuestas del gobierno para la industria era reducir el tamaño de las raciones, en este sentido merece la pena recordar un estudio reciente en el que se concluía que el tamaño y presentación de los envases es un aspecto importante, demostrando que los formatos pequeños pueden provocar incluso un consumo mayor, dependiendo de cómo se presenten.
Cuando el gobierno propuso un plan de reducción del contenido en azúcar a las empresas de chocolates y productos de confitería, marcas como Mars o Nestlé comentaron que ya estaban trabajando en ese proceso; de hecho, podemos recordar que Nestlé ha presentado un nuevo sistema capaz de reducir en un 40% el contenido de azúcar de los chocolates, sin que ello afecte al sabor final y asegurando que esperaba poder lanzar los nuevos productos reformulados el año que viene. Pero al margen de esta excepción, los esfuerzos de las otras marcas no son tan evidentes, a esto hay que sumar que el carácter voluntario puede provocar que se trabaje con más calma en este tema.
Por supuesto, y como sería de esperar, las marcas se oponen al gravamen y argumentan lo mismo que argumentaba la industria de los refrescos, que no existen evidencias de que este tipo de medidas puedan ser efectivas en la lucha contra la obesidad. Quizá merece la pena que conozcan los resultados que se han obtenidos en Berkeley (Estados Unidos), la primera ciudad de ese país en aprobar el impuesto de los refrescos. Parece ser que en sólo un año, el consumo de refrescos ha caído un 9.6%, y paralelamente se ha incrementado el consumo de agua y bebidas saludables de forma significativa, lo que muestra que el impuesto sí funciona, al menos para reducir el consumo.
Como dice Action on Sugar, es necesario proporcionar motivaciones de peso como la introducción de un impuesto y dejarse de acciones voluntarias que no harán más que retrasar el proceso de reformulación, o en su defecto que se realicen cambios de formulación poco significativos. Si un fabricante reduce un 5% el contenido de azúcar ya está cumpliendo con su compromiso, pero, ¿que representa un 5% en un producto que contenga 56.8 gramos de azúcar por cada 100, como por ejemplo la crema de avellanas más famosa del mercado?, pues tanto como 2.84 gramos, una diferencia prácticamente inapreciable.
Pero es más, la Federación de Bebidas y Alimentos ya dijo al PHE (Organismo de Salud Pública del Reino Unido) cuando propuso las acciones voluntarias, que era imposible reducir en un 20% el contenido de azúcar, lo que debe llevar a pensar que lo mejor es introducir el impuesto. Action on Sugar va más allá e invita a que el PHE ponga en marcha un programa para que se reduzca el contenido en grasas y calorías vacías de los productos alimentarios como la bollería, algo lógico si se persigue poner freno a la obesidad.
AoS recuerda que, a pesar de que el organismo de salud explica que los productos de confitería no deben formar parte de una dieta saludable y que si se consumen se haga de forma muy esporádica, son uno de los mayores contribuyentes de azúcar en la alimentación de los niños. Por tanto, es necesario revisar el plan de lucha contra la obesidad e incluir medidas más estrictas para conseguir que en el mercado se comercialicen productos más saludables y con menos calorías vacías.
Fuente: Gastronomía y Cía.