El consumo de algas ayuda a la “regulación intestinal” y tiene beneficios antiinflamatorios y antioxidantes, lo que las convierte en “un alimento muy interesante”, debido a su contenido de “proteínas de alta calidad y muy pocas grasas”, según asegura la profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la doctora Aida Serra.
En Europa, su consumo ha aumentado significativamente durante las últimas tres décadas “por su sabor único y sus beneficios para la salud”, así como por su reducida “huella ambiental en comparación con la producción de carne u otros productos de origen animal”.
En este sentido, la doctora Aida Serra precisa que “las algas son una fuente rica en nutrientes”, tales como vitaminas A, C y varias del grupo B; minerales, como el yodo, el hierro, el calcio y el magnesio; así como proteínas y fibra. Asimismo, asegura que favorecen la salud cardiovascular gracias a su contenido de grasas omega-3.
A menudo confundidas con plantas, las algas son organismos que suelen vivir en entornos acuáticos pudiendo ser microscópicos (como las que forman el fitoplancton en el mar) o macroscópicos (visibles en las playas o en algunas comidas). El nori, el wakame, el espagueti de mar, las algas kelp o la Chlorella son algunas de las más consumidas en Europa.
Moderar el consumo de yodo
No obstante, debido a sus elevados niveles de yodo, la experta advierte que se debe “moderar su consumo y consultar con un profesional sanitario”, en caso de duda, ya que, a pesar de que el yodo es esencial para el funcionamiento adecuado de la glándula tiroides, un consumo excesivo de este nutriente puede ser perjudicial.
“Las personas con problemas de tiroides deberían consultar con un profesional sanitario antes de ingerir algas”, alerta la experta, que apunta que, para la población general sana, la ingesta diaria de yodo no tendría que exceder los 150 microgramos, tal y como aconseja la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además del yodo, las algas también pueden contener metales, por lo que “es importante diversificar la dieta y evitar el consumo excesivo, como ocurre prácticamente con todos los alimentos”.
Impacto medioambiental positivo
A los beneficios para la salud de las algas se le suma su impacto medioambiental positivo. “Al hacer la fotosíntesis, como las plantas, las algas capturan CO2 y contribuyen a reducir la concentración de este compuesto en la atmósfera”, comenta la experta.
“Además, las algas producen oxígeno, lo que mejora el balance de gases atmosféricos y oxigena el agua, tanto dulce como salada, y beneficia las especies que viven en ese hábitat”, añade.
Desde el sector productivo, “las algas pueden ser una forma sostenible de producir alimentos, puesto que requieren pocos recursos, sobre todo hídricos y del suelo”, apunta la experta de la UOC. En esta línea, la doctora Serra concluye que, desde la tecnología de los alimentos, podrían usarse para sustituir otros ingredientes menos sostenibles o escasos.
Fuente: Infosalus