En medicina sucede que, en ocasiones, ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos. Depende, a menudo, de la cantidad, la oportunidad o, incluso, de la capacidad para separar el grano de la paja. Así, por ejemplo, de un arma biológica como el gas mostaza surgió uno de los fármacos más eficaces contra el cáncer, la quimioterapia; la vitamina A, por otra parte, es una sustancia esencial para la formación y mantenimiento de tejidos blandos y óseos y tiene funciones antioxidantes, pero un exceso de este nutriente puede provocar, sin embargo, problemas en la piel, debilidad ósea y dolor en las articulaciones. Los matices siempre importan. Y lo vuelve a demostrar una investigación publicada hoy en la revista Nature, que da, precisamente, otra vuelta de tuerca en el campo de la nutrición y concluye que hay un nutriente presente en carnes rojas —un alimento que los expertos en nutrición recomiendan limitar mucho en una dieta saludable— que mejora la respuesta inmune contra el cáncer. Tras realizar estudios en el laboratorio con modelos animales y células humanas, los científicos concluyen que el ácido transvaccénico, un ácido graso trans que se encuentra en la carne de vaca, la leche o la mantequilla, tiene potencial como suplemento dietético para optimizar el impacto de la inmunoterapia en oncología. Los expertos recomiendan, en todo caso, prudencia al interpretar los resultados.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago puso el foco en los nutrientes circulantes en la sangre, unas 700 sustancias, como metabolitos orgánicos, lípidos o proteínas, entre otros, que podrían jugar un papel en la salud y en la enfermedad. “Todavía hay muchas cosas que no sabemos; por ejemplo, todavía no se dispone de una comprensión integral de las diversas funciones fisiológicas y patológicas de cada nutriente de diferentes alimentos. Nuestro estudio intentó abordar este dilema”, expone el autor de estudio, Jing Chen, profesor del Departamento de Medicina y Director del Centro de Investigación de Metabolómica del Cáncer de la Universidad de Chicago.
Los científicos revisaron una especie de biblioteca con más de 200 nutrientes procedentes de la dieta que circulan por la sangre y estudiaron cuáles podían tener alguna función o influir en la inmunidad antitumoral. Su investigación reveló que una grasa trans concreta, el ácido transvaccénico (TVA, por sus siglas en inglés) promovía la capacidad de un tipo de células del sistema inmune (los linfocitos T CD8+) para infiltrarse en los tumores y aniquilar las células malignas. “Naturalmente, solo el 19% o el 12% del TVA de la dieta pueden ser convertidos en ácido ruménico por humanos o ratones, respectivamente, por lo que el TVA no es un nutriente típico solo como energía o como componente básico para la biosíntesis de macromoléculas. Nuestro estudio muestra que TVA tiene funciones reguladoras”, avanza Chen.
Los experimentos con ratones demostraron que introducir una dieta enriquecida con esta grasa trans redujo la capacidad de expansión de las células tumorales de melanoma y cáncer de colon en comparación con aquellos animales alimentados con una dieta de control. La investigación también reveló que la dieta enriquecida con TVA ayuda a las células T CD8+ a infiltrarse mejor en los tumores. “Nuestros estudios en modelos de ratones demuestran la actividad antitumoral de TVA mediante la mejora de la función de las células T CD8+. Esto justifica futuros estudios clínicos que utilicen TVA como complemento del tratamiento para inmunoterapias basadas en células T”, defiende Chen.
Los científicos también probaron qué ocurría cuando se combinaban algunos tratamientos con este nutriente y encontraron que el TVA dietético sumado a un tipo de inmunoterapia mostraba “una atenuación sinérgica del crecimiento del tumor”. En otro estudio clínico retrospectivo, los autores identificaron que los pacientes con linfoma que tenía niveles más altos de TVA, respondieron mejor a los CAR-T, otro tipo de inmunoterapia que consiste en extraer los linfocitos T de los pacientes para mejorarlos en el laboratorio y volver a inyectarlos en el organismo para que reconozcan y aniquilen mejor las células cancerosas. “Estos hallazgos se alinean con la idea de que el TVA dietético puede mejorar la capacidad de respuesta clínica a las inmunoterapias basadas en células T”, sugieren los investigadores.
Según los autores, este estudio abre la puerta a seguir inspeccionando de cerca las potenciales implicaciones en la salud y en la enfermedad de los nutrientes circulantes. En el caso del TVA, añaden los científicos, hay estudios epidemiológicos que apuntan a que niveles circulantes de este ácido graso trans en los humanos está asociado con menos adiposidad, menor riesgo de diabetes y menos inflamación, aunque sus efectos sobre el riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares no están claros. Chen admite que se desconoce aún si este nutriente puede ser perjudicial en otros contextos o para otras dolencias, pero insiste: “El TVA no es un ácido graso trans malo porque estudios anteriores demostraron que en modelos de dislipidemia [alteración de los niveles de grasa en sangre] en roedores, la dieta enriquecida con TVA tiene efectos hipolipidémicos al reducir los triglicéridos circulantes”.
Centrarse en el nutriente más que en el alimento
Con todo, Chen y su equipo inciden en que hay que intentar comprender de forma “integral” todas las influencias e interacciones que pueden darse entre los nutrientes para elegir bien la dieta. “El consumo de carne roja puede proporcionar TVA para mejorar la inmunidad antitumoral, pero la ingesta elevada de carne roja se ha asociado positivamente con el riesgo de muchos tumores, incluido el de mama o el colorrectal”, ejemplifican. Los autores matizan, de hecho, que sus estudios lo que respaldan es “una suplementación con TVA como una forma más específica y eficiente que los cambios en la dieta para beneficiar la inmunidad antitumoral”.
“Nuestros resultados sugieren que llevar una dieta equilibrada probablemente sea bueno para la salud. Podría ser más importante centrarse en la bioactividad de los nutrientes en lugar de en los alimentos individuales; y tomar suplementos con nutrientes bioactivos enriquecidos probablemente sea más eficiente que consumir alimentos que contengan estos nutrientes”, conviene Chen. El científico asegura que “como componente alimentario natural, TVA tiene un alto potencial de traducción para usarse como elemento dietético o complemento de tratamiento en enfoques terapéuticos para mejorar los resultados clínicos”. Y pone varios ejemplos: “Se podría probar una combinación de TVA e inhibidores de puntos de control inmunológico para mejorar las inmunoterapias para tratar a los pacientes con cáncer. TVA se puede combinar con activadores de células T específicos, como [el medicamento] blinatumomab, para tratar pacientes con leucemia linfoblástica aguda de células B, o con células CAR-T para mejorar la eficacia en el tratamiento de pacientes con cáncer”.
Miguel Quintela, director del Programa de Investigación Clínica del Centro Nacional de investigaciones Oncológicas (CNIO) y responsable de una spin-off (TCNterapia) de nutrición oncológica personalizada, advierte de que este estudio, si bien es “una primera observación muy importante”, no permite dar ya una recomendación a la ciudadanía: “Yo no puedo recomendar a mis enfermos con cáncer comerse un chuletón. Una cosa es una demostración experimental y otra es ver a largo plazo si efectivamente aumenta o disminuye una patología”. El oncólogo admite que los resultados de la investigación, en la que no ha participado, parecen “robustos”, pero hay que saber interpretarlos y contextualizarlos, conviene. “Hoy por hoy, no puedes hacer una lista de nutrientes puros y no comer nada más que eso. Cada nutriente viene vehiculizado en alimentos de composición compleja. El consumidor final no puede aislar ese nutriente de la carne. Pero este estudio abre más campos de estudio”, opina.
Lo que sí supone esta investigación, a juicio de Quintela, es un espaldarazo a la nutrición de precisión. “Hay que hilar mucho más fino”, sentencia. Y abunda: “[El TVA] es un ácido trans saturado, lo que los expertos en nutrición nos dicen que no comamos, y por sí solo tiene capacidad hipolipemiante, antiinflamatoria, antidiabetogénica y antitumoral, promoviendo la respuesta inmune antitumoral. O sea, es un ácido trans beneficioso para la salud”. El oncólogo lanza una reflexión final: “Un alimento, al final, está compuesto por cientos de moléculas diferentes. Globalmente, es probable que el efecto de la carne roja sea malo, así lo demuestran muchos estudios epidemiológicos. Pero eso no quiere decir que no tenga nutrientes específicos que ejerzan funciones positivas. De ahí la necesidad de hacer una aproximación de precisión y no con las generalidades que escuchamos en todas partes”.
Prudencia con los resultados
Antoni Agudo, jefe de la Unidad de Nutrición y Cáncer del Instituto Catalán de Oncología, considera que el estudio, del que no ha formado parte, está “muy bien documentado”, pero hace una “llamada de prudencia” al interpretar los resultados: “Se muestra que el TVA tiene un efecto bastante específico, que es la reprogramación de las células T CD8+ para activar la inmunidad. Pero el sistema inmune tiene muchas vías de acción y esta es solo una de ellas. Esto significa que puede tener un potencial en algunos tipos de tumores o en personas que están siguiendo un tratamiento específico, pero no de una forma generalizada en cáncer”.
Además, enfatiza Agudo, estos hallazgos se describen “en modelos de experimentación animal y en células humanas in vitro”. “Hay una distancia larga desde que se ven los efectos en animales hasta que llegan a tener un impacto, si es que llegan, en la práctica clínica”.
Fuente: El País