En 2008, tres investigadores nacionales desarrollaron diamantes sintéticos a partir de la más popular de las bebidas nacionales, el tequila.
Parece que todo comenzó en 1995 cuando el físico e investigador Fernando Alba Andrade descubrió que, a partir de gases como el metano, se pueden obtener diamantes sintéticos.
Seguidamente, en 2008 un grupo de físicos se reunió en el laboratorio para demostrar que también era posible obtener estas piedras a partir de líquidos.
Para ello, los científicos Víctor Manuel Castaño Meneses, quien en ese entonces era director del Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada (CFATA) de la UNAM, Luis Miguel Apátiga Castro y Javier Morales, desarrollaron el proceso en el campus Juriquilla, en Querétaro.
En consecuencia, con una mezcla de 40 por ciento de etanol y 60 por ciento de agua, obtuvieron resultados positivos. Curiosamente, esta proporción es básicamente la misma con la que se hace el tequila.
Luego, movido por la curiosidad, Luis Miguel Apátiga Castro un día compró un tequila blanco de marca común, lo usó como si fuera etanol y agua en las mismas condiciones experimentales y obtuvo las piedras preciosas sintéticas.
¿Diamantes capaces de competir con los de origen natural?
Claro está que los diamantes sintéticos obtenidos en el laboratorio no son óptimos para montarse en joyería pues son de un tamaño muy pequeño. Sin embargo, su existencia abre un amplio abanico de posibilidades, pues podrían usarse como sustitutos del silicio, que hoy se usa en dispositivos electrónicos y chips de computadoras.
Y no solo eso, también podrían detectar radiación, recubrir herramientas de corte o funcionar como materiales capaces de resistir altas temperaturas.
Más allá de lo interesante del proyecto, el reto que tuvieron los investigadores fue trascender el hallazgo curioso para hacerlo no solo útil en la industria sino también rentable; pues si se obtienen los mismos resultados con etanol, ¿para qué se usaría tequila?
Un reconocimiento desde la irreverencia
Finalmente, el experimento ganó en 2009 el premio IG Nobel en la categoría de Química. Este reconocimiento, que se podría definir como una parodia norteamericana del Nobel sueco, se entrega cada año a diez grupos de científicos por la revista de humor científico Annals of Improbable Research (Anales de la Improbable Investigación) en la Universidad de Harvard; y su finalidad es celebrar lo inusual, honrar lo imaginativo y estimular el interés de todos por la ciencia, la medicina y la tecnología.
Fuente: México Desconocido