Cada año se desperdician 931 millones de toneladas de alimentos, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, lo que implica el consumo de recursos, como por ejemplo el agua, y también la emisión de CO2, tanto en la producción de esos alimentos como en la eliminación de los residuos.
En este marco, la científica Leire Goñi ha realizado la tesis doctoral Desarrollo de nanocomposites antibacterianos y sostenibles con aplicación en envasado alimentario sobre envases biodegradables para la conservación de los alimentos.
Goñi ha buscado en su trabajo desarrollar envases activos –aquellos que incorporan sustancias antioxidantes o antimicrobianas como nanopartículas metálicas y conservantes alimentarios– para mejorar la conservación de los alimentos y alargar su vida útil, con el fin de evitar el desperdicio alimentario. La incorporación de estos aditivos en el envase –y no directamente en el alimento– disminuye la alteración del producto y los riesgos hacia el consumidor.
“Las nanopartículas al captar la luz generan radicales de oxígeno que son tóxicos para las bacterias e inocuos para las personas. Por otra parte, los conservantes alimentarios también son sustancias antimicrobianas que previenen el crecimiento de hongos, levaduras o bacterias en la comida”, informa la química navarra.
Una de sus conclusiones más interesantes es que las nanopartículas favorecen la degradación del plástico en distintas condiciones de humedad y temperatura, lo que redunda en un mayor cuidado del medioambiente.
“Observamos que los envases de plásticos biodegradables que incorporan estas nanopartículas se degradan tres veces más rápido en aguas residuales de depuradora que los plásticos simples. Es muy esperanzador, porque facilitaría la rápida eliminación de todos los envases alimentarios”.
Goñi estudia en la actualidad en qué medida estos envases son capaces de mejorar la conservación de alimentos frente a los films tradicionales.
Fuente: Eurocarne