El consumo calórico en los hogares mexicanos ha tenido una tendencia hacia una dieta más industrializada de 2006 a 2022, con un notable incremento del consumo de alimentos ultraprocesados del 33.8% y un mínimo aumento del 4.8% en el de los no procesados, según datos del Reporte de las Economías Regionales del Banco de México.
Ante este panorama, es evidente que la industria de estos alimentos ha crecido de forma significativa, contribuyendo a que los ultraprocesados representen en países de altos ingresos -como Australia o Estados Unidos- entre el 42% y 58% de las calorías consumidas, mientras que en aquellos con bajos y medianos ingresos -como Colombia y México- varían del 16% al 30% en la ingesta energética total.
Al respecto, existen algunos mitos alrededor de este tipo de productos. Por ejemplo, se afirma que “todos los alimentos ultraprocesados son igualmente dañinos”. No obstante, algunos estudios sugieren que ciertos productos reformulados con menos azúcares y grasas no presentan el mismo nivel de riesgo.
Por ejemplo, un estudio realizado a más de un millón de participantes por más de 30 años, publicado en la revista The Lancet y consultado por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO), revela que no todas las categorías de alimentos ultraprocesados se asocian con efectos negativos en la salud cardiovascular.
Dicha investigación precisa que reducir el contenido de sodio, grasas saturadas, azúcares añadidos y aditivos cosméticos no esenciales para la salud humana en el pan integral, los cereales fríos y algunos aperitivos salados; puede mejorar los beneficios cardioprotectores de las vitaminas, los minerales y la fibra que se encuentran en algunos de estos productos.
Asimismo, se ha demostrado que la fortificación puede ofrecer beneficios significativos. Tal es el caso de bebidas lácteas con probióticos, pan con hierro y zinc, bebidas isotónicas avanzadas para atletas o el yogur fortificado con ácido fólico para embarazadas.
Por su parte, un documento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre reformulación de productos alimenticios y bebidas para una dieta más saludable, refiere que son 111 países los que han adoptado políticas de reformulación y 75 naciones han establecido límites obligatorios o voluntarios para nutrientes críticos, como grasas trans, azúcares y sodio. Cabe señalar que los consumidores aceptan y compran productos reformulados, especialmente aquellos con menos sodio.
Los avances en tecnología alimentaria han permitido mejorar los perfiles nutricionales de los productos, sin afectar negativamente su aceptación. De igual manera, las regulaciones y el etiquetado han incentivado un enfoque más responsable por parte de la industria.
Fuente: Food News Latam (con edición de Alfa Editores)