Detección de alimentos deteriorados y contaminados, identificar plantas medicinales en una selva remota o autentificar el té y el vino… Científicos han desarrollado un sensor de bajo costo, portátil y de papel que puede llevar a cabo todas estas funciones con resultados fáciles de leer.
Los investigadores presentaron sus resultados en el ‘254o Encuentro y Exposición Nacional de la Sociedad Química Americana (ACS)’. Silvana Andreescu, una de las investigadoras del proyecto, admite que siempre estuvo interesada en desarrollar tecnologías accesibles para la industria y la población en general. “Mi laboratorio ha construido una plataforma versátil para la detección que incorpora todos los reactivos necesarios para su detección en un trozo de papel. Al mismo tiempo es adaptable a diferentes propósitos, incluyendo detección de contaminantes alimenticios, antioxidantes y deterioro de alimentos”, explica.
Lo que distingue a este sensor de los demás, según ella, son las nanoestructuras que usa para atrapar y mezclar los compuestos que se buscan. “La mayoría de las personas que trabajan con sensores similares usan soluciones que migran mediante canales. “Nosotros utilizamos partículas inorgánicas estables que cuando interactúan con las sustancias que queremos detectar cambian de color, y la intensidad del cambio nos dice cuánto de concentrado hay en lo que se analiza”, informó Andreescu.
Además, debido a que todos los reactivos necesarios para operar el dispositivo están incorporados en el papel, los usuarios no necesitan nada más que la muestra que se está probando.
Las aplicaciones con esta tecnología son muy amplias. Por ejemplo: hasta ahora, gran parte del trabajo realizado con los sensores se ha centrado en la detección de antioxidantes en el té y el vino. Andreescu, quien trabaja en la Universidad de Clakson (Potsdam, Nueva York, EUA), y sus colegas han encontrado que estos productos tienen antioxidantes únicos (“huellas dactilares”) que podrían utilizarse para autenticación.
Más recientemente, los investigadores extendieron su trabajo para eliminar la contaminación de los alimentos y la polución ambiental. Un prototipo de sensor puede detectar la ocratoxina A, una toxina fúngica comúnmente encontrada en una gama de productos, incluyendo cereales y café. Andreescu afirma que este trabajo podría ampliarse aún más para buscar Salmonella y E.coli.
Ahora, su equipo trabaja en otra dirección: el desarrollo de dispositivos en papel que cambian de color cuando alimentos o cosméticos se deterioran. Estos sensores se unen a los tipos de oxígeno reactivo que los productos acumulan, a medida que envejecen se estropean. Aunque la prueba para esta aplicación todavía está en curso, los investigadores aseguran que podría llegar a incorporarse en las etiquetas inteligentes que informarían a los consumidores cuándo tirar un producto.
Fuente: Hostelvending